FromSoftware regresa con una expansión oscura, desafiante y adictiva que no todos estaban preparados para enfrentar.
Tras el éxito colosal de Elden Ring, FromSoftware decidió no ir por el camino fácil de un simple DLC. En su lugar, entregaron Nightreign, un spin-off que se siente como una criatura propia, con estructura roguelike, combates cooperativos y una identidad mucho más agresiva. Desde el primer día, dejó claro que no es para cualquiera, pero también que ofrece una experiencia intensa, rápida y adictiva que reinterpreta el alma del juego original.

Lanzado el 30 de mayo de 2025, Nightreign vendió más de 3.5 millones de copias en sus primeros cinco días, una cifra que habla por sí sola. Y aunque muchos lo compararon de inmediato con Shadow of the Erdtree, Nightreign no pretende expandir la narrativa del Sinluz, sino introducirnos a una nueva pesadilla en forma de líneas temporales distorsionadas. Aquí no creas a tu personaje: eliges uno de los ocho Nightfarers disponibles, cada uno con habilidades y trasfondo propios. No hay libertad de personalización, pero lo compensa con builds muy bien definidas desde el inicio.

La premisa es sencilla en apariencia pero brutal en ejecución. Tres jugadores —o uno solo, si te atreves— deben sobrevivir tres días in-game en la región de Limveld, una versión corrompida y retorcida de Limgrave. Cada día presenta nuevas zonas generadas proceduralmente, enemigos únicos y minibosses que deben ser vencidos antes de que el mapa comience a cerrarse. Sí, Nightreign tiene mecánicas estilo battle royale, y aunque eso suene extraño viniendo de FromSoftware, lo logran integrar sin romper la inmersión.

El tercer día es la prueba definitiva: enfrentas a uno de los ocho Nightlords, seres colosales marcados por el poder de la Runa Nocturna. Las batallas con estos jefes están al nivel de lo mejor de la saga Souls: complejas, implacables y visualmente asombrosas. Uno de los enfrentamientos más comentados es contra Heolstor, un ser cuya transformación en plena pelea deja sin aliento, tanto por diseño como por su dificultad infernal. La sensación de recompensa al vencerlo es pura dopamina oscura.

A nivel narrativo, Nightreign no se mete en la misma profundidad filosófica o metafísica de Elden Ring, pero eso no significa que esté vacío. El mundo está lleno de pistas, ruinas y vestigios de una orden caída. Aquí, la religión de Marika se ha extinguido, el Erdtree ha desaparecido, y lo poco que queda del Roundtable Hold se ha convertido en un refugio agonizante. No hay cinemáticas largas ni diálogos extensos. Todo está contado a través de ambientación, descripciones crípticas y objetos dispersos. Es el lenguaje de Miyazaki, intacto, pero enfocado más en sensaciones que en respuestas concretas.

Uno de los grandes aciertos del juego es su ritmo. A diferencia de Elden Ring, donde podías tomarte horas solo para explorar una colina, aquí cada partida dura entre 30 y 45 minutos. Hay urgencia, peligro constante y una presión silenciosa que obliga a tomar decisiones rápidas. El diseño procedural ayuda a mantener cada run fresca, aunque a veces la generación de mapas puede sentirse un poco desigual. En modo cooperativo es donde brilla más: la sinergia entre builds, el apoyo en combate y la tensión compartida convierten cada partida en una experiencia memorable. Pero si decides ir solo, prepárate para sufrir. Nightreign no está equilibrado para el juego individual, y aunque es técnicamente posible terminarlo sin compañeros, la experiencia pierde impacto y se vuelve frustrante en lugar de desafiante.

Visualmente, no hay un salto enorme respecto al título original, pero sí una dirección artística mucho más oscura, con paisajes derruidos, paletas frías y cielos en constante tormenta. Hay cierta belleza melancólica en Limveld, como si todo el entorno supiera que está al borde de la desaparición. Aun así, se nota la reutilización de muchos assets, lo cual ha sido uno de los puntos más criticados por la comunidad. No rompe la experiencia, pero es imposible no notar que algunas zonas, estructuras y enemigos son reciclados con modificaciones mínimas.

A nivel técnico, el rendimiento es sólido tanto en consolas de nueva generación como en PC, y el netcode para partidas online ha mejorado respecto a lanzamientos anteriores del estudio. Las partidas cooperativas son estables, con mínimos problemas de latencia. La música, como siempre en FromSoftware, es una joya: minimalista cuando debe serlo, y brutalmente épica en los momentos clave. La banda sonora de los Nightlords podría estar perfectamente en un concierto sinfónico.

La crítica ha respondido con entusiasmo moderado. OpenCritic muestra que el 77% de los medios lo recomiendan, destacando su originalidad, dificultad bien ajustada y excelente dirección de arte. Sin embargo, también hay reclamos justificados sobre la falta de historia profunda, la poca variedad de escenarios y el hecho de que muchas mecánicas se sienten pensadas únicamente para grupos de tres jugadores. No es para todos, y eso está bien. Nightreign sabe exactamente qué quiere ser.

En resumen, Elden Ring: Nightreign es una expansión valiente que se aleja del modelo clásico para experimentar con nuevas formas de jugar dentro del universo Souls. No es un DLC más. Es un riesgo creativo que, con todo y sus tropiezos, logra entregar una experiencia intensa, diferente y que te atrapa por el simple deseo de sobrevivir una run más. Es FromSoftware haciendo algo nuevo, sin traicionar sus raíces. Y solo por eso, vale cada segundo invertido.