El pasado sábado 6 de septiembre el Auditorio Nacional se transformó en una máquina del tiempo que nos llevó de regreso a nuestra infancia, adolescencia y juventud, todo en una misma noche. El Dragon Ball Live Symphonic, organizado por Anime Music Lab, fue mucho más que un concierto: fue una celebración masiva de generaciones enteras que crecimos con las aventuras de Goku y sus amigos. Ocho mil asistentes nos reunimos para rendir homenaje a una de las sagas más icónicas del anime, y lo hicimos con música en vivo, emociones a flor de piel y momentos que quedarán grabados para siempre en la memoria colectiva.

Un inicio cargado de nostalgia

La velada comenzó con fuerza. La orquesta Sincronphonia, dirigida por Rodrigo Cadet, dio vida a “Makafushigi Adobencha!”, ese tema que nos transporta de inmediato a cuando Goku era apenas un niño ingenuo, curioso y lleno de sueños. Desde el primer acorde se sintió que no estábamos en un simple concierto, sino en un ritual compartido. A partir de ahí la música fue recorriendo los pasajes más emblemáticos de Dragon Ball, con medleys que incluían piezas como “Shen Long Densetsu” o “Persiguiendo Sueños”. Cada interpretación estaba acompañada de imágenes proyectadas en pantalla, reforzando la sensación de estar reviviendo las aventuras originales.

El programa estaba cuidadosamente diseñado para seguir el orden natural de la historia, desde los inicios inocentes hasta las batallas más feroces. La sección dedicada a Tao Pai Pai, con “Danger is everywhere”, nos recordó que Dragon Ball, incluso en su etapa temprana, nunca dejó de ser épico. Y cuando llegó el medley de Piccolo Daimaku, la atmósfera se tornó más oscura, como si el público mismo regresara a ese punto clave en el que la inocencia de la serie se transformó en drama y tensión.

Dragon Ball Z: la emoción en su máxima potencia

Tras el intermedio, el viaje nos llevó directo a la etapa más legendaria: Dragon Ball Z. El arranque con “Cha La Head Cha La” fue una explosión de energía; escuchar ese tema acompañado de orquesta sinfónica y coros potentes puso la piel chinita a todos. Pero lo mejor estaba por venir: la historia de Goku contra los Saiyajin, Freezer, Cell y Majin Buu se contó en una sucesión de piezas musicales que desbordaban emoción.

El bloque de los Saiyajin inició con “The Saiyans are coming” y “Super decisive battle”, creando un ambiente de tensión que pronto se transformó en euforia. El Frieza Medley fue uno de los momentos cumbre: los violines marcando el suspenso, las percusiones intensificando la batalla y, sobre todo, la reacción del público que rugía con cada transición. Cuando apareció “Come out! Incredible Zenkai Power”, la nostalgia se mezcló con alegría, recordando la época dorada del anime en la televisión latinoamericana.

Uno de los pasajes más emocionantes fue, sin duda, el dedicado a Cell. Con “Prevent it! Cells perfect body” y “Cell Games”, la orquesta se elevó a niveles de intensidad sorprendentes. Fue en ese instante cuando ocurrió uno de los momentos mágicos de la noche: de manera espontánea, miles de personas levantamos las manos al cielo, formando una Genkidama sin que nadie lo pidiera. Ese gesto, nacido del puro entusiasmo, fue prueba de que el espíritu de Dragon Ball sigue vivo en cada uno de nosotros. Muchos no pudimos contener las lágrimas.

Invitados especiales y voces que marcaron historia

El concierto no solo destacó por la música de la orquesta, sino también por la presencia de invitados de lujo. Hironobu Kageyama, la voz inconfundible de “Cha La Head Cha La” y “We Gotta Power”, se llevó ovaciones estruendosas. Cada vez que tomaba el micrófono, la energía del Auditorio Nacional alcanzaba niveles descomunales. También estuvo presente Irma Flores, soprano mexicana de gran trayectoria, quien aportó un toque de elegancia y fuerza vocal que engrandeció las piezas más solemne y quien se ha ganado el corazón de todos desde sus participaciones pasadas en los conciertos de Pegasus Fantasy.

Otros invitados como Luis de Lille, primer intérprete oficial de Dragon Ball en América Latina, y Aarón Montalvo, recordado por su participación en Dragon Ball GT, dieron al evento una riqueza única. Verlos compartir escenario fue como tener un pedazo de historia frente a nosotros. Su talento se complementó con la pasión de la orquesta y el entusiasmo del público, generando una sinergia que difícilmente volverá a repetirse.

El cierre: lágrimas, aplausos y eternidad

El recorrido musical llegó a su clímax con los temas del arco de Majin Buu. El Buu Medley hizo vibrar al Auditorio con toda la intensidad de la última gran saga de Z, y el cierre con “Son Goku is the strongest of all” y “Goodbye Warriors” nos puso al borde del llanto. Cuando sonaron los acordes de “We were Angels”, el ending de Dragon Ball GT, se produjo un silencio reverente, casi como si todos supiéramos que ese era el adiós definitivo. Fue un cierre melancólico, pero perfecto, un recordatorio de que Dragon Ball no solo es pelea y acción, también es despedida y esperanza. Pero las sorpresas no terminaban aún porque aunque en el programa oficial no se mencionaba, nuestro corazón quedó encantado por la icónica canción que seguramente a más de uno nos ha hecho pensar que el amor existe.

Los aplausos se prolongaron durante varios minutos. Nadie quería que terminara. Habíamos recorrido décadas de historia en una sola noche, desde el Goku pequeño que montaba en la nube voladora hasta el guerrero adulto que salvaba al universo una y otra vez. Y lo habíamos hecho juntos, ocho mil almas conectadas por la misma pasión.

Producción impecable y créditos

No se puede dejar de mencionar la labor monumental detrás de este espectáculo. Anime Music Lab, bajo la producción ejecutiva de Carlos López, Félix González, Silvia Díaz, Erika Rodríguez y Karla Bravo, consiguió un evento que se sintió tanto grandioso como íntimo. La dirección musical de Rodrigo Cadet al frente de la Orquesta Sincronphonia fue impecable, y el trabajo de producción de Sara Romero, Alonso Magaña y David Pérez se notó en cada detalle. Hasta el diseño gráfico del programa, a cargo de Anuar Salgado, Karla Bravo, Luis Valle y Félix González, aportó a la experiencia total. Además, la colaboración oficial de Toei Animation le dio ese sello de autenticidad que hacía falta. Todo estaba cuidado al máximo.

Una experiencia más allá del concierto

El Dragon Ball Live Symphonic no fue simplemente un concierto, fue un fenómeno emocional. Nos recordó por qué Dragon Ball es mucho más que una caricatura: es una parte de nuestras vidas, un puente entre generaciones y un relato eterno de amistad, esfuerzo y superación. En el Auditorio Nacional, esa noche no hubo edades ni diferencias, solo un público entregado a corear, llorar y reír al ritmo de una música que nos pertenece a todos.

Salir del recinto con la garganta desgastada de tanto cantar y con los ojos aún húmedos fue la prueba de que habíamos vivido algo irrepetible. Fue un homenaje a nuestra infancia, pero también una promesa de que Dragon Ball seguirá siendo parte de nuestro presente y nuestro futuro. Y aunque pasen los años, cada vez que escuchemos “Cha La Head Cha La” o levantemos las manos al cielo para formar una Genkidama, recordaremos esa noche en la que ocho mil guerreros compartimos el mismo sueño.

Calificación: 9.5 / 10

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